viernes, 22 de octubre de 2010

Soñando contigo.


¿Donde estoy? ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué hago aquí? Giro sobre mi cuerpo. Busco algo de luz. Estoy en los pasillos que tanto frío me dan. Camino por ellos, la gente empieza a salir. Parece tan lúcido todo esto, pero estoy perdida, no sé si es un sueño o no. Deambulo como si nada pasara, como si el tiempo no importara. Estoy cerca de la cafetería, y lo veo. Esta con su amigo y tiene puesta la sonrisa que tanto me gusta. Se acerca a mi y tontea con mi amiga. Pienso que el mundo se me viene encima. Creo que la gravedad me ha dejado de importar. En ese preciso instante me da un dolor en el corazón intenso y lo único que deseo es morirme. Porque en la que se fijaba era en ella. Yo no era visible. Transparente como siempre. No era yo, era ella. Todos esos días que sonreia porque pensaba que me dedicaba una mirada y se las dedica a ella. ¿Quien soy, para que sirvo? No soy nada. Pienso en irme. De hecho comienzo a caminar. Y entonces me agarra del brazo. Tacto que siento real. Giro levemente la cabeza. Me mira, me pierdo en sus ojos. Le pido que porfavor me suelte, que me quiero ir. Entonces coge el movil de mi mano. Salgo corriendo tras él. Después de quince minutos recorriendo todos el cesped caemos al suelo. Me estoy riendo, soy feliz con él. Entonces me acuerdo de todo lo de antes. Me levanto. Mi cara ha cambiado, estoy gélida.

- ¿A dondé vas?
- Me voy de aquí.
- ¿Porqué? No seas boba, quedate.
- No. Sé que tu no me quieres.

Sigo caminando. Justo cuando iba a dar un paso, me quedo helada.

- No, yo no te quiero. Es que lo que siento va más allá que eso.

Caigo al suelo. Y rompo a llorar. No entiendo porque lo ha dicho, porque lo ha hecho. Siento sus brazos rodeandome, me siento tan protegida. Entonces entiendo que es un sueño y que en cuestión de segundos voy a despertar y que volveremos al absurdo juego de pasar el uno del otro. Poniendonos a prueba, a ver quien es más fuerte.

- Pî. pî, pî.

Suena el despertador, aparece mi madre por la puerta.

- No llegas a primera hora.

Mierda. Y todo por  un sueño. Un sueño idiota. Que no tiene ni pies ni cabeza. Pero que no ha dejado de rondarme por la cabeza todo el día. Un sueño que me ha dejado lo más evidente.

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