martes, 12 de octubre de 2010

El aire por mis mejillas.

Volví al colegio que hacía tiempo no pisaba. Deambule por los pasillos, por las clases, por el patio. Escuchaba la risa de los niños y a las profesores dando sus lectivas clases. Pude escuchar algun que otro correteo por algun pasillo. Derepente salí de allí. Y caminé recto, luego cruze la calle. Giré la esquina donde nos habíamos besado hacía ya tiempo. Camine por la plaza donde tantas veces nos habíamos visto. Miré el banco de la esquina a la izquierda y me acorde de aquel día donde lo único que necesitaba era sentir un milimetro de su piel por mi cuerpo, ver su sonrisa iluminada. Observe el centro de la pequeña plaza. Donde otro día nos habíamos abrazado bajo la lluvia. Giré mi cuerpo. Y vi la entrada de ese callejón. Comenzé a caminar, o más bien a deslizarme por el suelo, como una bailarina. Me paré en la valla de hierro que había justo en la tercera casa. Recordando el día que le pedía perdón por ser como era, por sentir lo que sentía. Donde me había abrazado y yo no quería soltarme, quería que sus brazos me rodearan para toda la vida. Rozé con la yema de mis dedos el portón verde que tantas veces había estado abierto para mi. Y nada más entrar me inundo el olor a aceite y gasolina. Me resultaba tan familiar que me hacia sentir demasiado bien. Abrí la primera puerta con el giro maestro que me había enseñado. Y subí las escaleras como cuando por primera vez. Temblando y asustada por sentir su cuerpo cerca de mí, solo que esta vez estaba sola. Miré por la pequeña ventana por si había alguien. La casa estaba a solas, entré. Miré el sillón de la entrada donde yo me había sentado a llorar mientras me cogía la mano y me decía que esto no era justo para mi. Donde me había dicho que ahora mismo en ese preciso instante la única persona que le importaba era yo, que a quien quería era a mi y que el resto del mundo ya le importaría a las tres de la tarde. Cerré lo ojos. Sintiendo el dolor por mi cuerpo. No lo evite como siempre hacia sino que hice que apareciera para saber qeu todo era real. Entré en el salón. Toqué el radiocaset del cual siempre sonaba mis canciones favoritas y las tarareaba contenta y triste a la ves. Me senté en la mesa como la primera ves cuando había preparado su famosa pizza y yo tenía tantos nervios que no podía ni comer. Entré en la habítación mirando la cama y el escritorio. Recordando cada instante pasado en esa habitación. Subí las escaleras que daban a la azotea. Mire el suelo verde y estropeado donde habiamos estado sentados. Donde habíamos llorado, jugado, tonteado, besado, abrazado, reido, ilusionado. Donde habíamos conocido el amor y el principio del olvido. Me dirigi a mi sitio favorito. La esquina del final a la izquierda. Donde habíamos evitado a su prima. Y donde me había dicho tantas cosas, donde había volado con los pies en el verde y desgatado suelo. Donde creí que quedaban esperanzas pero a las tres de la tarde todo había acabado. Pasée por las calles de la laguna donde habíamos ido agarrados de la mano. Me paraba en cada sitio donde nos habíamos besado o rozado. Me compre unas almedras garrapiñadas como aquella ves. Y busque su chaqueta al entrarme el frío pero no encontré nada. Pasée por su casa, por su cama, miré su espejo, su escritorio, todavía guardaba mi carta. Me salió sola una pequeña sonrisa. Caminé hasta su garaje donde me había oprimido tantos besos. Donde me había vuelto loca al escuchar la música. Luego salí por el garaje hacía el parque, por las calles de santa cruz, a la esperanza, a la orotava. Recorri todos los sitios por donde habíamos estado a ver si quedaba huella de nuestros pasos, del amor que desprendiamos. De la ilusion que teníamos. Por si lo encontraba sentado con su pantalones vaqueros ajustados y su camiseta naranja suelta. Pero no lo encontré ni a él ni al amor que un día hubo entre los dos.

Me desperté del sueño comprendiendo que todo había acabado. Que se había esfumado para siempre y aunque lo encontrará no sería el mismo nunca más. Nunca sería la persona de la cual me enamore perdidamente dejando la razón de lado y sintiendo con el corazón.

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