domingo, 28 de noviembre de 2010

Largos minutos al telefono.

Por un instante desee no parar de oir esa voz. Desea seguir escuchando su risa y las
tonterías que nos dijimos. Las novedades de cosas sin importancia y el silencio que no
duraba más de tres segundos. Era la mayor felicidad
que había sentido desde
hacía tres meses.

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